15/8/20

Enseñanza del Oasis de Adoración 15-08-20

 


Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 15, 21-28

“21.Saliendo de allí Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón. 22.En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: «¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada.» 23.Pero él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: «Concédeselo, que viene gritando detrás de nosotros.» 24.Respondió él: «No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel.» 25.Ella, no obstante, vino a postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!» 26.El respondió: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.» 27.«Sí, Señor - repuso ella -, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.» 28.Entonces Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas.» Y desde aquel momento quedó curada su hija."


«¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David!» (Mt 22b).


     Si llegara a la Adoración con el Santísimo que tenemos todos los sábados en “Familia Misionera en Alianza de la Cruz” (FMAC) una persona no católica y  se acercara a nuestro Señor, nos parecería algo muy extraño…Y si pudiéramos ver a Jesús y que tratara a esta persona como a la mujer cananea, es decir, que al acercarse para pedirle un favor la ignorara, ciertamente que todos aquí le pediríamos que la atendiera, y si la respuesta de Jesús fuera la misma que le dio a la mujer de este pasaje del Evangelio, nos quedaríamos totalmente desconcertados como les ocurrió a los apóstoles. Tal vez Jesús podría haberle dicho: “Yo estoy aquí  únicamente para los católicos”. 

     Jesús quiere que nos fijemos en algo muy importante a través de este pasaje, y no es en el trato aparentemente descortés que tuvo hacia esta mujer, o la inquietud y desconcierto de sus apóstoles que buscaban la forma de que su petición fuera escuchada, sino la  actitud de fe y de humildad de esta mujer, para que nos mueva a buscar la conversión sincera de nuestro corazón, siendo misericordiosos con los demás. Siempre cuando escuchamos la Palabra de Dios  no debemos de acomodarla a nuestras conveniencias, sino a lo que el Señor nos está pidiendo.

     Para profundizar más en el sentido de la conversión, nos apoyaremos en un pequeño texto de la Consagración y Esclavitud al Reinado del Sagrado Corazón de Jesús y al Triunfo del Inmaculado Corazón de María que estamos renovando todos los servidores dentro de “Familia Misionera en Alianza de La Cruz” (FMAC), -acompañando así de esta manera a nuestros hermanos de McAllen que la hacen por primera vez-.

      En el día de ayer meditábamos en el 6to día en que se nos dice en el tercer párrafo: “El acto de Consagración y Esclavitud ha sido presentado y aceptado; la conversión espera, Él ansía poseer cada corazón para llenar cada alma con su reino. Tomen mi mano no teman, corran conmigo, no vacilen, empujen todo su ser al corazón de esta misión, deseo sus respuestas al llamado de conversión” (pág 37). A continuación haremos una pequeña reflexión de cada parte de este texto.

“El acto de Consagración y Esclavitud ha sido presentado y aceptado; la conversión espera”
     En lo que dice en este párrafo de que la Consagración ha sido “presentada y aceptada”, se refiere al Padre, por medio de Jesús. “La conversión espera(…)”, es decir,  la única cosa que la Virgen María desea de nosotros es la conversión del corazón, y que no deseemos nada que no sea esto. De nada sirven las manifestaciones del Espíritu Santo como por ejemplo el descanso en el Espíritu, o cualquier otro don, si no van encaminados hacia la conversión. Dios lo que quiere de nosotros, a ejemplo de la mujer cananea  es una fe sencilla, firme y capaz de abrirse para acoger a Dios.

     Los servidores dentro de “Familia Misionera en Alianza de la Cruz” (FMAC), además de renovar constantemente nuestra consagración, también cada año renovamos nuestro compromiso de entrega a Dios, por esta razón es muy importante que continuamente hagamos una revisión de nuestra conciencia para discernir cómo estamos cumpliendo con lo que se nos ha encomendado. 

      Cuando no somos fieles, le causamos un profundo dolor al corazón de Jesús. En esta misión dentro de la Iglesia, -así como pasa en todas las comunidades- existen tentaciones que quieren arrastrarnos a la división, el enfado, el enojo, o cualquier otra pasión desordenada cuando las cosas no funcionan como cada uno quisiera.

     Es precisamente, al presentarse las dificultades en una comunidad, cuando nuestra actitud debe de ser de tolerancia, amor y perdón, siempre en la base de la verdad y la justicia, en el diálogo para aclarar cualquier diferencia o malos entendidos, desde Dios, con paz en el corazón, sin anclarnos en nuestras pasiones. 
    
“Él ansía poseer cada corazón para llenar cada alma con su reino”
Aprendamos de Jesús que en su Pasión y muerte  responde lleno de humildad, mansedumbre, valentía y paz. Un ejemplo que puede darnos mucha luz es cuando está frente al Sumo Sacerdote:

     “El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su doctrina. Jesús le respondió: «He hablado abiertamente ante todo el mundo; he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he hablado nada a ocultas. ¿Por qué me preguntas? Pregunta a los que me han oído lo que les he hablado; ellos saben lo que he dicho.» Apenas dijo esto, uno de los guardias que allí estaba, dio una bofetada a Jesús, diciendo: «¿Así contestas al Sumo Sacerdote?» Jesús le respondió: «Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?»” (Jn 18, 19-23).

     A partir de ese momento de Su Pasión y Muerte, Jesús ya no se defiende y solo habla para perdonar: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23, 34); dar esperanza:  «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc, 23: 43). Regalarnos a su Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo. Hijo Ahí tienes a tu madre» (Jn, 19: 26-27). Orar a su Padre en el mayor sufrimiento y desolación: «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?». - ¡Elí, Elí! ¿lama sabactani? (Mt, 27, 46); Expresar su anhelo por la salvación de las almas: «Tengo sed» (Jn, 19, 28). Decir que ha realizado completamente la misión que le pidió el Padre: «Todo está cumplido» (Jn, 19, 30) y encomendarse antes de morir, poniéndose en sus manos: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc, 23, 46).

     Imitar estas actitudes de Jesús son las que nos llevarán a una verdadera conversión : “Él ansía poseer cada corazón para llenar cada alma con su reino”. La estructura material de una obra que es para Dios, no es lo esencial, sino el desprendernos de nosotros mismos, para darle lugar a Él, es lo que produce el avivamiento de dicha obra.

 “Tomen mi mano no teman, corran conmigo, no vacilen, empujen todo su ser al corazón de esta misión, deseo sus respuestas al llamado de conversión”.
 De mano de nuestra Madre es como debemos caminar hacia la misión por la que Ella quiere que entreguemos toda nuestra vida: “la Instauración definitiva del Reinado del Sagrado Corazón de su Hijo Jesús y el triunfo de su Inmaculado Corazón”.

     Hoy el Señor nos ha mostrado, a través del texto del Evangelio de la mujer cananea, cuál es la actitud de fe que desea que tengamos: humilde, perseverante y confiada. Nos anima a perseverar en nuestra comunidad, superando todo tipo de dificultades al contemplar a Jesús en su Pasión y Muerte ,hablando siempre con la verdad, siendo valientes, mansos, trabajando por la paz y aprendiendo a sufrir en silencio ofreciéndonos a Dios.

      La Consagración y Esclavitud al Reinado del Sagrado Corazón de Jesús y al Triunfo del Inmaculado Corazón de María es un acto en el cual somos presentados al Padre por medio de Jesús, comprometiéndonos con nuestra propia conversión del corazón, que es el mayor anhelo de nuestra Madre Santísima, para que así Dios pueda poseer nuestro corazón y llenarlo de su Reino.

      Solamente tomándonos fuertemente de su mano es como podremos dedicar nuestra vida por el Reinado y el Triunfo. Esto  es lo que nuestra Madre, la Virgen María desea para cada uno de nosotros como “Familia Misionera en Alianza de la Cruz” (FMAC), de manera que al instaurarse su Reino en nuestros corazones se propague así a toda la humanidad.

Hno. Francisco María de la O


Oasis de Adoración

Te invitamos: 

-FRENTE AL SANTÍSIMO EXPUESTO:

+Santo Rosario

+Adoración y alabanza

+Enseñanza 

 En la Parroquia de la Madre de Dios  (Av. Providencia 2958, Providencia 4a sección, 44639, Guadalajara, Jalisco).

Todos los sábados de 10:00am a 12:00pm(en el salón superior, al fondo después del cancel de los sanitarios) y terminamos con la misa de 12:30pm en el templo grande.

Seguimos todos los protocolos de seguridad por el COVID



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