“29. Al día siguiente ve a Jesús venir hacia él y dice: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. 30. Este es por quien yo dije: Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo. 31. Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel.» 32. Y Juan dio testimonio diciendo: «He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre él. 33. Y yo no le conocía pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: "Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo." 34. Y yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios.»”
(Jn 1, 29-34).
(Jn 1, 29-34).
Gracias Señor por hacernos tuyos, viniendo al mundo para salvarnos a través de tu Madre Inmaculada que es corredentora al haberse unido a tu misión, que su SÍ fuerte sostenga nuestro sí débil. Enamóranos de Ti y mantennos cautivados por Ti. Recuéstanos en Tu pecho amoroso para escuchar sus latidos. Que a través nuestro puedas amar a la humanidad. Llévanos por el camino de la humildad, docilidad, sencillez, obediencia y fidelidad. Limpia y sana todas las áreas de nuestra vida. Que como las vírgenes prudentes tengamos nuestras lámparas encendidas para cuando Tú llegues (cfr. Mt 25, 1-12). ¡Enamóranos de tu Palabra!
San Juan Bautista tuvo la misión de ser el precursor de la primera venida de Cristo (cfr. Lc 7, 27). Era primo segundo de Jesús y nació seis meses antes que Él (cfr. Lc 1, 36). Vivía en el desierto y llevaba un vida modesta de sacrificio (Mc 1, 6), como todos los profetas. Predicaba al pueblo para insistir en la importancia de la conversión (cfr. Mc 1, 4), para que cuando llegara el Mesías, encontrara un pueblo bien dispuesto (cfr. Lc 1, 17). Siempre habló con la verdad y esto le costó la vida (cfr.Mc 6, 17-18), muriendo decapitado (cfr. Mc 6, 27).
Jesús nos invita a ser como San Juan Bautista, precursores de su segunda venida. A ser “voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas” (Mc 1, 3). Hoy el mundo necesita de hombres y mujeres capaces de arriesgarlo todo por Cristo. Hombres y mujeres comprometidos con la causa del Evangelio, que conviertan sus corazones y lleven una vida de austeridad, oración, ayuno y sacrificio, ¿queremos tú y yo ser esos hombres y mujeres?
Ser como Juan el Bautista es estar dispuestos a reconocer quiénes somos ante Dios. “Es preciso que él crezca y que yo disminuya” (Jn 3, 30). Es preciso reconocer a Jesús en nuestro corazón, y en todas las áreas de nuestra vida, que Él vaya creciendo y nosotros haciéndonos cada vez más pequeños, más humildes y sencillos, para que pueda actuar con libertad en nuestra vida.
De Juan el Bautista Cristo dijo: “Os digo: Entre los nacidos de mujer no hay ninguno mayor que Juan; sin embargo el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él” (Lc 7, 28). Juan Bautista es el profeta más grande y último del Antiguo Testamento, sin embargo, es más grande pertenecer al Reino que Jesús vino a instaurar.
Juan Bautista fue grande por su humildad. Nuestra Madre, la Virgen María, es el máximo ejemplo de humildad: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra” (Lc 1, 38). Ella es el “eden” en donde el verbo se hizo carne, la Tierra prometida, la Torre de David, la Puerta del Cielo, el Arca de la Alianza.
Cuando comulgamos estamos recibiendo a Jesús en su cuerpo, alma y divinidad. Recibimos su corazón amante, su sangre que nos purifica y libera. San Juan Bautista fue humilde porque decía: “detrás de mi viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias” (Mc 1, 7), y al ver a Jesús les dijo a sus discípulos: “He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29).
¿Qué fue lo que pensaron ante la afirmación de San Juan Bautista? ¿qué significado tenía para el pueblo de Israel el ser “cordero de Dios que quita los pecados del mundo”. El cordero para los judíos era el animal que se sacrificaba una vez al año en una de sus festividades y con su sangre se rociaba al pueblo para el perdón de sus pecados. En la liberación de Egipto (la primera pascua), el Señor les ordenó sacrificar un cordero sin mancha Y hoy, al escuchar en el Evangelio: “He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29), ¿qué nos está diciendo a nosotros? Reflexionemos… Cristo es el único que puede salvarnos, el único que puede liberarnos de toda clase de mal, que ha derramado su sangre para el perdón de los pecados de toda la humanidad.
“Familia Misionera en Alianza de la Cruz” (FMAC) no es un movimiento más dentro de la Iglesia, porque la Virgen quiere que en FMAC se trabaje para que se Instaurare de forma definitiva el Reinado del Sagrado Corazón de Jesús y el Triunfo de su Inmaculado Corazón de María, primero en nuestros corazones y después en el mundo entero, por medio de nuestro Carisma: “Ámense como yo los he amado” (Jn, 13, 34), y Espiritualidad: “Si quieres venir detrás de mí: niégate a ti mismo, toma tu cruz y sígueme" (Mc, 8, 34). Mediante la formación en los Oasis de Adoración, la formación bíblica, los retiros, misiones, etc.
El Reino de Dios ya ha llegado, desde que Cristo vino al mundo. Para que se haga realidad en nuestra vida, es necesario la conversión personal. Es así como podrá instaurarse este Reino en nuestro corazón de forma definitiva. Si queremos ir detrás de Cristo, necesitamos primero negarnos a nosotros mismos, después tomar nuestra cruz y solo así estaremos en condiciones de seguirlo.
Para imitar a nuestra Madre, en el tomar nuestra cruz, contemplemos su corazón atravesado por una lanza. Aceptemos la salvación que Cristo, el Cordero de Dios vino a traernos, para que sane nuestra vida, desde la concepción hasta el día de hoy, para quitar de tajo todos los patrones equivocados que tenemos.
Miremos cómo está hoy el mundo, sin olvidar que somos parte de él. Jesús no vino a cambiar la situación política de Israel, es decir, el propósito de su venida no fue liberar a su pueblo del dominio romano. Cristo vino para transformar a la humanidad entera.
San Pedro en su primera carta en relación al cordero de Dios dice “sabiendo que habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo” (1Pe 1, 18-19).
Luchemos por vivir en Gracia aprendiendo a negarnos para el mundo que nos dice que seamos prósperos, que busquemos el éxito, que seamos líderes, que nos atrevamos y sigamos los sentimientos de nuestro corazón. Que lo más importante es “tener” que “ser”, que dice sí al aborto, a la ideología de género, a todo tipo de mal. Seguir a Cristo es vivir los valores del Evangelio: amar, perdonar, entregarse. Esto no quiere decir que no nos esforcemos por ser mejores o que la prosperidad en sí misma sea mala. Significa que por encima de todo esta Cristo y todo debe subordinarse a Él: “No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura” (Mt 6, 31-33).
Hno. Francisco María de la O
Oasis de Adoración
Los invitamos al Oasis de Adoración todos los domingos de 10:00am. a 1:00pm. en Buenos Aires 2901, Colonia Providencia, Guadalajara, Jalisco.
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