1/3/20

Enseñanza del Oasis de Adoración 01-03-20


"1. Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. 2. Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre. 3. Y acercándose el tentador, le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.» 4. Mas él respondió: «Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.» 5. Entonces el diablo le lleva consigo a la Ciudad Santa, le pone sobre el alero del Templo, 6. y le dice: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna.» 7. Jesús le dijo: «También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios.» 8. Todavía le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, 9. y le dice: «Todo esto te daré si postrándote me adoras.» 10. Dícele entonces Jesús: «Apártate, Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto.» 11. Entonces el diablo le deja. Y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían." (Mt 4, 1, 11).

     Para nosotros los católicos es una gran bendición contar con el Calendario Litúrgico, porque nos ayuda a ir poco a poco meditando en todos los misterios de la vida de Cristo. Si somos dóciles y obedientes a las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia es como el Espíritu Santo va actuando de manera concreta en nuestra vida, porque la fe no depende de lo que podamos “sentir”, sino de la configuración con Cristo. La Iglesia, el pueblo de Dios, que somos cada uno de nosotros, al obedecer a nuestros pastores, es al mismo Cristo al que obedecemos, recordemos las palabras de nuestro Maestro a Pedro: “lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” (Mt 16, 19). Todo lo que dentro de nuestro corazón podamos experimentar, siempre subordinémoslo a la obediencia de lo que nuestra Madre la Iglesia nos enseña.

    
En este momento iniciamos un nuevo tiempo dentro del Año Litúrgico: la cuaresma, como preparación para vivir el Misterio más importante de nuestra fe: la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor. Hoy es el primer domingo de cuaresma en el cual el Evangelio nos presenta las tentaciones de Jesús en el desierto.

     El Espíritu Santo condujo a Jesús al desierto para ser tentado. El Señor tomó nuestra naturaleza con el propósito de enseñarnos cómo vencer las tentaciones. Experimentó todas las tentaciones a las que estamos expuestos los seres humanos, pero la gran diferencia es que Él nunca cayó en el pecado, porque es Dios. Nos dice San Pablo: “a quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él.” (2 Co 5, 21).

     El tiempo de la cuaresma y nuestra vida en general son un caminar para llegar a la meta, que es el cielo, sin embargo, para poder alcanzar el cielo, tendremos que ser probados. Por nuestra naturaleza caída somos débiles y pecamos con gran facilidad, pero si somos fieles a la Gracia de Dios, alcanzaremos la meta.

     El amor es la respuesta, como se expresa en el bello soneto a Cristo crucificado, atribuido a San Juan de la Cruz, el temor al castigo no es lo que debe mover al alma para amar a Dios, ni el cielo prometido, sino el amor de Cristo al dar su vida:

“Tú me mueves, Señor; muéveme el verte
clavado en esa cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido;

muévenme tus afrentas y tu muerte”.

¡Jesús es quien debe movernos para ir al cielo!

    En esta cuaresma como Jesús, busquemos en todo la voluntad de Dios. Nos falta todavía aprender cómo debemos pedir a Dios las cosas: “Pedís y no recibís porque pedís mal, con la intención de malgastarlo en vuestras pasiones” (St 4,3). Un error muy generalizado hoy en día es el “decretar”: “decreto que yo o alguien más será sanado o liberado de alguna enfermedad o situación problemática”, esto no es lo que Jesús nos enseñó, nuestro Señor siendo Dios, para darnos el ejemplo dijo: "«En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre: lo que hace él, eso también lo hace igualmente el Hijo." (Jn 5, 19). 

     Jesús quiso ser tentado para enseñarnos cómo vencer. Las tentaciones en sí mismas no son malas, si sabemos aprovechar estos momentos de prueba, aprenderemos a identificar cuáles son nuestras pasiones dominantes, ya sea la pereza, la gula, el orgullo, la envidia, etc. Las tentaciones son para vencerlas, no para dejarnos atrapar por ellas.Los enemigos del alma son tres: mundo, demonio y carne. Jesús sufrío estos tres tipos de tentaciones en el desierto.

     Las tentaciones en relación a la carne, se ven reflejadas cuando el demonio lo tienta al decirle: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.» (Mt 4, 3). Es la tentación de buscar el camino más fácil para solucionar una necesidad material, sin ningún esfuerzo de nuestra parte. Es ir únicamente detrás de lo material y de lo que es placentero.



     Las tentaciones en relación al mundo consisten en buscar el poder, ambicionar lo que otros tienen. Querer ganar a toda costa mucho dinero. Es diferente a la sana búsqueda de la prosperidad y los deseos de superación. En este caso es una sed desmedida de “tener” y “poseer” para dominar y someter a los demás. El enemigo tienta a Jesús, “ le muestra todos los reinos del mundo y su gloria” (Mt 4, 8).


     Las tentaciones en relación al demonio, consisten en poner cualquier cosa antes que a Dios como el centro de nuestra vida, ya sean los bienes materiales, las personas, o nosotros mismos con nuestro orgullo, vanidad, envidia, ambición, etc.: «Todo esto te daré si postrándote me adoras.» (Mt 4, 9). Hermanos, cada uno revisemos nuestro corazón y preguntémonos si nos hemos estancado en la mediocridad, si en nuestro apostolado buscamos nuestra propia conveniencia, si hemos dado lugar a la envidia y los celos, en vez de enfocarnos en el amar y servir a Jesús en nuestro prójimo.

     Aprendamos a conocernos, a negarnos siendo sinceros con nosotros mismos y ya no buscando más el querer “aparentar” lo que no somos. Es tiempo de ser “íntegros” en nuestra vida, de buscar hacer todo con una “recta intención”, convirtiendo el corazón.

     Amemos mucho a nuestra Madre la Iglesia, obedezcamos en todo sus disposiciones. Recordemos con sinceridad en nuestro corazón, que si la Iglesia está en crisis, es porque aún nos falta mucho por imitar a nuestra Madre la Virgen María en su humildad, obediencia y docilidad: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» (Lc 1, 38).

Hno. Francisco María de la O
Oasis de Adoración
Los invitamos al Oasis de Adoración todos los domingos de 10:00am. a 1:00pm. en Buenos Aires 2901, Colonia Providencia, Guadalajara, Jalisco.






No hay comentarios.:

Publicar un comentario