24/3/20

Enseñanza del Oasis de Adoración 08-03-20




“1. Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. 2. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. 3. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él. 4. Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» 5. Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salía una voz que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle.» 6. Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo. 7. Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: «Levantaos, no tengáis miedo.» 8. Ellos alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo. 9. Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos.»” (Mt 17, 1-9).

     Jesús no es un Dios lejano, sino por el contrario, es un Dios que por amor a cada uno de nosotros, ha renunciado a sus prerrogativas para entender nuestra fragilidad, se hace uno con nosotros.: “El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre” (Flp 2, 6-9). 

     Todos los encuentros que tenemos en nuestra vida son como estar en el Monte Tabor, si nos sabemos abrir a la Gracia, ya sean los Oasis de adoración (en los cuales como comunidad nos reunimos para adorar a Jesús en el Santísimo Sacramento, rezando el rosario, alabándolo y recibiendo la enseñanza de su Palabra a través de su servidor), las misas, los retiros, etc.

     Nuestro Señor busca siempre dejarse tocar por el hombre: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3, 20). En muchas de las personas que atiendo en la dirección espiritual, existe el temor de responderle seriamente a Jesús, porque ven algo muy difícil el tener que dejar el mundo, sin embargo, no se ve el peligro que representa el dejarse arrastrar por el mundo. Es muy importante que todos reflexionemos sobre esto, porque con Dios no hay una posición neutral, el quiere que le pertenezcamos por completo.

     Jesús quiso que sus discípulos tuvieran una experiencia en el Monte Tabor al verlo glorificado, para confirmarles una vez más que es el Hijo de Dios y fortalecerlos en el momento de la prueba. Imaginémosnos la voz imponente del Padre: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle.» (Mt 17, 5) . Pedro inmediatamente piensa en el “hacer” y por eso le propone a Jesús construir tres chozas: una para su Maestro, otra para Moisés y la tercera para Elías. Podemos tener esta tendencia de querer hacer muchas cosas por Dios, cuando Él lo que anhela es ser escuchado. Nos vamos generalmente por el lado de la acción y olvidamos que lo primero es escuchar, para después, ya que hemos discernido su voluntad, actuar.

     Jesús los toca después de haber tenido esta fuerte experiencia para que no teman, además les ordena que no se lo cuenten a nadie hasta que Él resucite de entre los muertos. Dios no quiere que nos dejemos llevar por lo sensible, por el contrario, espera de nosotros una fe madura.

     Es muy diferente la voluntad de Dios que la nuestra, si le permitimos al Espíritu Santo conducirnos, la podremos discernir. Es muy importante que seamos purificados aquí en la tierra, de lo contrario lo seremos después en el purgatorio.

     Nuestra espiritualidad: “Si quieres venir detrás de mí: niégate a ti mismo, toma tu cruz y sígueme (M 8, 34), se puede dividir en tres partes:

1.- Niégate
2.- Toma tu cruz
3.- Sígueme

     No podemos negarnos a nosotros mismos si tenemos todavía en el interior soberbia, gula, orgullo espiritual, etc. Es necesario entrar en un proceso de conversión para darnos cuenta de lo necesitados que estamos de Dios.

     Jesús no nos pide tomar su Cruz, sino nuestra cruz. Podemos entonces preguntarnos ¿qué significa tomar la propia cruz? Tomar la propia cruz es aceptar nuestra vida, estar de acuerdo con la voluntad de Dios. No es exigir a Dios que nos cure de alguna enfermedad, como muy a menudo solemos escuchar: “decreto que seré curado de esto o aquello”. Esta es una postura equivocada. Tomar la cruz es ver las cosas y los acontecimientos desde Dios y pedir con humildad de corazón por nuestras necesidades, aceptando con amor la respuesta de parte de Dios, sea cual fuere. Tenemos los cuatro evangelios para escuchar a Jesús, es así como podemos liberarnos de nuestras percepciones e ideas de cómo deben ser las cosas y meditando la Palabra de Dios, es como poco a poco vamos descubriendo su plan de amor para nuestra vida.

     En cierta ocasión que Jesús envió a predicar a sus discípulos de regreso compartían su alegría sin tomar en cuenta al Maestro, por eso Él les pregunta ¿de que vienen hablando en el camino? Llenos de sí mismos y no de Jesús se sienten muy orgullosos por haber expulsado a los demonios. Jesús les responde que no se alegren por eso sino porque sus nombres estén escritos en el libro de la vida (cfr. Lc 10, 17-20).

      El Evangelio de Juan inicia: “En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron” (Jn 1, 1.11). Para que esto no nos suceda es necesario entrar en un proceso de abajamiento, escuchando la Palabra de Dios, para entender su voluntad y así ponerla en práctica.

Cuando entramos en competencia con otros que también trabajan para Dios, pero no son de nuestro grupo y nos dejamos llevar por el celo o la envidia, no estamos negándonos a nosotros mismos (cfr. Mc 9, 38), lo que necesitamos hacer es escuchar a Jesús.

Hay demonios que solamente pueden ser expulsados por medio de la oración y el ayuno (cfr. Mt 17, 21), es decir, dejando que Dios sea en nosotros, que Él haga las cosas por nosotros. Oremos, hagamos penitencia y sacrificios. Ahora que estamos en cuaresma es muy importante meditar en la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, ¿lo estamos haciendo en nuestro diario caminar? Los discípulos no estaban preparados para ver sufrir a Jesús. Él que había dado vista a los ciegos (cfr. Mc 8, 22-28), curado a los leprosos(cfr. Mt 8, 1-22), no pudo impedir los golpes que lo desfiguraban, porque quería cumplir la voluntad de su Padre: morir en la Cruz para salvarnos (cfr. Jn 3, 16).

Cuando aprendamos desde Dios por un don del Espíritu Santo, amaremos la Cruz. No pidamos más cruces, ofrezcamos lo de cada día para la salvación de la humanidad. Que nos mueva la Pasión y Muerte de Cristo para ver la dimensión de locura de amor y que nos lleve a la apertura del corazón, para que Él haga en nosotros lo mismo. No confiemos en nosotros, sino únicamente en Dios, aceptando las pruebas y arideces. 

Jesús en el huerto de Getsemaní dijo: "«Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.»" (Lc 22, 42). Y en la Cruz: "«¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?»" (Mc 15, 34).No tengamos miedo de la inseguridad, de lo que vendrá. Adhirámonos a la voluntad de Dios, es lo que nos corresponde a cada uno.

Hno. Francisco María de la O





Oasis de Adoración
Los invitamos al Oasis de Adoración todos los domingos de 10:00am. a 1:00pm. en Buenos Aires 2901, Colonia Providencia, Guadalajara, Jalisco.






No hay comentarios.:

Publicar un comentario