Señor Jesús, para nosotros Tu PALABRA es la LEY del AMOR que queremos seguir bajo el discernimiento de nuestra Madre la Iglesia; toma nuestros labios para proclamarte y así unidos contigo derrames en nosotros tu propio pensamiento de manera que todos tengamos el corazón abierto para acoger el mensaje que nos quieres transmitir.
En Santiago y Juan estamos todos representados. La osadía de estos hermanos es semejante a lo que nos sucede cuando con un poquito de vuelo que recibimos del Espíritu Santo, por ejemplo, al regalarnos alguna gracia o don, este hecho nos hace pensar que somos capaces de realizar grandes cosas, perdemos el suelo y mirándonos a nosotros mismos nos mostramos egoístas.
Jesús quiso que entraran en razón: ciertamente que pasarían la prueba por el bautismo que recibirían, pero eso de sentarse a su derecha o a su izquierda es para quién Dios lo tiene reservado. Nos debe bastar el ser salvados por Jesús y que Él haga lo que quiera con nosotros.
También los otros diez discípulos reclaman y se indignan, porque en el fondo perseguían lo mismo, igual que nosotros, por eso Jesús los reunió para decirles lo que esperaba de ellos. Jesús no quería esto para sus discípulos ni para nosotros y así lo demostró con su vida. Se retiraba después de sanar a un enfermo, huía de la gente al hacer un milagro. Los milagros los hacía para que creyeran que Él era el Mesías. En cambio nosotros cuando hacemos algo, queremos que nos sienten a la derecha o a la izquierda, es decir, buscamos los primeros lugares, ser reconocidos y aplaudidos.
Jesús vino a este mundo para salvarnos. ¿Qué era lo que ardía en su corazón? El hacer la voluntad de su Padre: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra” (Jn 4, 34). Lo único que debemos de perseguir y realizar es el AMOR entre nosotros, ¿porqué entonces andar detrás de trabajos espectaculares por Dios? Andamos mal enfocados y como seres humanos queremos que nos reconozcan. Como los apóstoles, pasaremos por la prueba y seremos bautizados, es decir, tendremos persecuciones.
Dios no quiso enviar a nadie desde el cielo sino que Él mismo vino para salvarnos y entregar su vida ¿alcanzamos a dimensionar esta forma de AMOR? Estamos en deuda con Jesús, deberíamos entregarle nuestra vida solamente en agradecimiento a todo lo que El ha hecho en favor nuestro por amor.
Todos estamos necesitados de la misericordia de Dios, no seamos jueces de los demás ni tampoco de nosotros mismos, para que no nos castiguemos ¿por qué seguir anclados en las depresiones? No es la cruz de la promesa, ni la esclava de FMAC (Familia Misionera en Alianza de la Cruz) lo que nos hace ser suyos, sino el configurarnos con Jesús, en toda su vida y pasión, que nos conducirá a la gloria. Aquí en esta vida es solamente un instante, a semejanza de la manera en que Dios ve el tiempo:“Porque mil años a tus ojos son como el ayer, que ya pasó, como una vigilia de la noche” (Sal 90, 4). ¿De que nos sirve entonces asegurarnos aquí en la tierra?
Ni un grupo, comunidad, congregación o movimiento de la Iglesia es más que otro. No veamos lo mal que está el mundo, porque nosotros mismos somos parte de él. ¿Qué debemos hacer entonces de forma personal ante el mal? Buscar el camino de la SANTIDAD, por medio de la conversión en la disciplina, dominio de uno mismo, oración continua durante todo el día y en momentos solamente con Dios; la responsabilidad, etc.
El demonio aprovecha la ocasión y en cuanto nos desenfocamos de Dios surgen en nosotros las fragilidades: soberbia, egoísmo, lujuria, etc. Si queremos que Dios cumpla sus promesas para con nosotros debemos dejar que nos haga de nuevo. Somos su imagen y semejanza (Cfr. Gn 1, 26).
Hermanos como la Virgen María que entregó a su Hijo y aceptó que fuera Crucificado por nuestra salvación, ¿seríamos capaces de decirle a Dios: “purifícame y sacrifícame por el bien de la humanidad? ¿Nos comportamos de acuerdo a la vocación a la que hemos sido llamados? (Cfr. Ef 4, 1). La vocación a la que todos hemos sido llamados, independientemente de nuestro estado de vida, si somos casados, consagrados, solteros, adultos o jóvenes, es la SANTIDAD.
En nosotros no hay nada bueno. Si Jesús siendo Dios para ponernos el ejemplo dijo a un maestro de la ley: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios” (Mc 10, 18), es para que aprendamos a caminar en la humildad. Pidámosle perdón por nuestras faltas y recordemos que Él hace nuevas todas las cosas (Cfr. Ap 21, 5).
“El alma que anda en amor, no cansa, ni se cansa, ni descansa”, -dijo San Juan de la Cruz-. De este amor tenemos los ejemplos de la Madre Teresa, San Juan Pablo II y el Padre Pío. La conversión del corazón es todo, pongamos nuestros dones al servicio de los demás, nos tomen o no en cuenta. Este caminar es un largo proceso. Por ejemplo, -en el caso de la congregación que fundó la Madre Teresa-, para ser misionera de la caridad se requieren 14 años.
A una de sus misioneras que estudiaba medicina y era muy inteligente, la Madre Teresa le permitió que terminara la carrera y después que recibiera un premio, pero todo sin perder el enfoque que es el de servir. Esta misionera recibió el premio y sin distraerse por ello continúo con su labor, porque esta era su vocación y así, gracias a su obediencia, la gracia pudo fluir en ella.
Estamos a un paso de ser perseguidos por defender la vida (desde su concepción hasta la muerte natural), el matrimonio entre un hombre y una mujer y la familia. Si no estamos dispuestos a esto, ahí está la puerta, es decir, nada tenemos que hacer en FMAC. Lo que desea Jesús de cada uno es que cambiemos nuestra vida, que su luz brille a través nuestro. Por ejemplo, en la película de “Dos Coronas” de la vida de San Maximiliano Kolbe se ve muy claro lo que es la renuncia, el sacrificio, y la entrega, etc. Lo que menos necesitamos es que la gente nos vea cuando hacemos el bien. Amemos siempre, a pesar de que a veces tengamos dificultades con las personas. El AMOR es nuestra vocación, nuestro mayor TALENTO. Dios es AMOR y en la Eucaristía se convierte en un pedacito de pan y mendiga nuestro amor.
Nadie debemos de sentir que por estar en FMAC ya la hicimos. Nuestra misma fragilidad nos hace tomar esta actitud, sin embargo, no nos olvidemos que contamos con la Gracia. De nada sirve que en FMAC nuestra carta de presentación sean nuestras “habilidades”, porque lo que se necesita es la obediencia, fidelidad, pureza, humildad y docilidad. Es tiempo de dejar a un lado toda clase de mediocridad, no tengamos miedo y con el bien venzamos el mal (Rm 12, 21).
Hno. Francisco María de la O
OASIS DE ADORACIÓN
Los invitamos al Oasis de Adoración todos los domingos de 10:00am a 1:00pm en Buenos Aires 2901, Colonia Providencia, Guadalajara, Jalisco.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario