12/9/20

Enseñanza del Oasis de Adoración 12-09-20

                          

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 18, 21-35

21.Pedro se acercó entonces y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?» 22.Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.» 23.«Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. 24.Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. 25.Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. 26.Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: "Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré." 27.Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda. 28.Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: "Paga lo que debes." 29.Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: "Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré." 30.Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. 31.Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. 32.Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: "Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. 33.¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?" 34.Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. 35.Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano.»”

«Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?»Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete» (Mt 18, 21-22).

      A veces podríamos pensar que todo sería muy fácil y sencillo si no tuviéramos voluntad propia, así no ofenderíamos a Dios ni a nuestros hermanos y a su vez ellos tampoco a nosotros…  sin embargo, esto no es posible porque Dios en su infinita bondad y misericordia quiere que optemos libremente por el bien.

     Hoy en el Evangelio nuestro Señor es muy claro, nos pide perdonar con amor las ofensas a ejemplo Suyo. Si tenemos dificultades para perdonar, es porque todavía no hemos aprendido a amar. También muchas veces es por orgullo, podemos creer equivocadamente que es vernos débiles frente a quienes nos han ofendido.

      Recordemos lo que decía San Juan de la Cruz: “al atardecer de nuestra vida, seremos juzgados en el amor”.  Es muy importante hacer al final del día un examen de conciencia y analizar dentro de nuestro corazón con quiénes nos sentimos molestos y porqué, esto nos ayudará a conocernos mejor y así ir poco a poco dejando de caer en las mismas faltas.

     Para estar en comunión con Dios, primero debemos de reconciliarnos con nuestros hermanos: “si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda” (Mt 5, 23-24).

     El defendernos ante una falta, nos puede hacer pensar y creer que de esta manera  nos estamos protegiendo para no salir heridos. En cambio, si dejamos que Jesús perdone en nosotros, es como vamos a salir realmente  liberados. Muchas veces no perdonamos por ego, entonces esto demuestra que no sabemos amar:

“Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1 Jn 4, 20). Aprendamos a perdonar las ofensas de nuestro prójimo y se nos perdonarán las propias. 

     En el máximo sufrimiento  que nuestro Señor experimentó, dijo: «Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.» (Lc 22, 42). En la convivencia diaria hay incomprensiones, roces, diferencias, etc., pero Jesús nos da la respuesta al asumir las ofensas con paciencia, mansedumbre y amor, perdonando siempre: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen.» (Lc 23, 34).

     Ante las ofensas muchas veces también podemos tomar la actitud de refugiarnos en el silencio porque no sabemos darnos el tiempo para escuchar los otros puntos de vista. Cuando las ofensas vienen de parte de quiénes más amamos, más nos duelen. A menudo podemos quedarnos en la espera y no recibir una respuesta como signo de arrepentimiento. Una primera tentación es, precisamente esta, la de encerrarnos en el aislamiento y ya no querer discutir, es como si nos metiéramos a una torre a la que se le ponen muchos candados.

     Una segunda tentación es la de echar un vistazo al baúl de los recuerdos para traer nuevamente a la memoria todas las ofensas que hemos recibido, es decir, revivir el mal que se nos ha hecho. Esto en nada nos ayuda, por el contrario, hace que crezca más en nuestro corazón el rencor.

     Una tercera tentación, es tener actitudes violentas e irónicas que manifiestan en el fondo todo lo que estamos cargando en el corazón y además, tristemente, se ven reflejadas en nuestro comportamiento, afectando así las relaciones con quienes nos rodean, en pocas palabras, los demás acaban pagando la factura de estas malas actitudes.

     Nuestra Madre la Virgen María, nos está pidiendo por el Reinado de su Hijo Jesús y el Triunfo de su Inmaculado Corazón que sepamos perdonar siempre y tengamos un corazón abierto y misericordioso para con todos. De nada nos serviría que FMAC creciera y fuera toda una gran estructura, sino convertimos nuestros corazones.

Hno. Francisco María de la O


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5/9/20

Enseñanza del Oasis de Adoración 05-09-20

 


Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 18, 15-20

“15.«Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. 16.Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos. 17.Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el publicano. 18.«Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. 19.«Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. 20.Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»” 


«Si tu hermano llega a pecar…» (Mt 18, 15).

     Cuando nuestra alma está abierta a la acción de Dios, el Espíritu Santo infunde sus siete sagrados dones: sabiduría, entendimiento, consejo, ciencia, piedad, fortaleza y temor de Dios. Estos dones del Espíritu Santo son los que realmente hacen que una persona sea carismática, porque la conducen hacia la SANTIDAD, a vivir en la humildad, obediencia, mansedumbre, docilidad, etc. 

     San Juan en una de sus cartas nos dice que “Dios es amor” (1 Jn 4, 8b), y “Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1Jn 4, 20). 

     En nuestras relaciones con los demás a veces podemos tener dificultades, Dios quiere que aprendamos a no juzgar, a perdonar y no guardar resentimientos, ni deseos de venganza. Lo que sí podemos hacer es “corregir al que yerra”, que es una de las siete Obras de Misericordia Espirituales.
     
     Para corregir al hermano, debemos hacerlo desde el pensamiento de Dios, con recta intención y en la caridad, teniendo siempre el compromiso de trabajar en nuestra conversión personal. Solamente así nos convertiremos en canales de su misericordia.
     
     En cierta ocasión que le preguntaron a Santa Teresa de Calcuta si no le daba coraje ver tantas injusticias en nuestro mundo y qué haría ella para cambiar todas estas situaciones. Ella  humildemente respondió: “Empezaría por cambiarme a mi misma”. Esta respuesta es para cada uno de nosotros ya una exhortación para que nos centremos en nuestra propia conversión.

     La Palabra de Dios nos indica cuáles son los pasos que debemos de seguir en la corrección fraterna al hermano:
1.- Hablar a solas con él, si nos escucha, lo habremos salvado, pero si no nos escucha,
2.- Hacernos acompañar de dos o tres personas, a manera de testigos, si aún no nos escucha,
3.- Se le dice a la comunidad, si tampoco a la comunidad escucha, entonces, 
4.- Se retira a este hermano de la Comunidad.

      Toda autoridad viene de Dios, por eso, como dice el dicho “quien obedece no se equivoca”. Decía San Francisco de Asís que no se debe de obedecer algo que vaya en contra de la caridad. Apeguémonos al Evangelio de nuestro Señor Jesucristo y al Magisterio de la Iglesia.
     

Hno. Francisco María de la O


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22/8/20

Enseñanza del Oasis de Adoración 22-08-20

 


Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 16, 13-20

“13.Llegado Jesús a la región de Cesárea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» 14.Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas.» 15.Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» 16.Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.» 17.Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. 18.Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. 19.A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.» 20.Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que él era el Cristo.”

«Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16).

Jesús al lanzar esta pregunta a sus apóstoles quería saber quién era para la gente. Muchos pensaban que era Juan el Bautista o alguno de los otros profetas, porque no comprendían que Jesús era en Mesías esperado,  DIOS mismo: “Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: «Dios con nosotros.»” (Mt 1, 23); (cfr. Is 7, 14).

      Jesús pregunta a sus apóstoles, que aunque lo seguían de cerca, también  se cuestionaban a cerca de quién era Él, por ejemplo, cuando calmó la tempestad ellos exclamaron: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?» (Mt 8, 27). 

     Nuestro Señor el día de hoy nos hace a cada uno la misma pregunta: “¿quién Soy Yo para ti?”
Pedro responde a Jesús: “Tu eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16, 16). Jesús alaba la respuesta de Pedro porque se dejó tocar por el Espíritu Santo. Sin embargo, después desde su pensamiento pretende impedir  que Jesús sufra a causa de su Misión, y el Señor le reprende “volviéndose, dijo a quien inspira a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!” (Mt 16, 23).

     Cuando el Espíritu Santo nos impulsa, es porque como Pedro nos dejamos tocar. Sin embargo, si Pedro después falló al querer impedir que Jesús fuera a Jerusalén a cumplir con Su Misión, ¿qué se puede esperar de nosotros? El apóstol con esta expresión,  esta mostrando que no ha logrado vencer su naturaleza humana. Tuvo que seguir siendo quebrantado, hasta que en Pentecostés recibe la fuerza del Espíritu Santo (cfr. Hch 2, 1-18) y con la Gracia de Dios muere crucificado por amor al Maestro (cfr. Jn 21. 18).

     En la Palabra de Dios, se nos muestra la fragilidad de San Pedro, que fue el primer Papa, para enseñarnos que todos lo somos por nuestra naturaleza humana, y así nos ayude a entender que la Iglesia es Santa por que Jesús  es su Fundador y Cabeza, pero pecadora por nosotros que formamos Su Cuerpo Místico (cfr. 1Co 12, 12-14).

      Aunque nuestra Iglesia hoy es fuertemente combatida, nunca debemos desanimarnos porque Cristo prometió que “las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mt 16, 18c). Seamos siempre fieles a Cristo en todo y a Su Iglesia. Nunca separemos a Jesús de Su Iglesia y oremos siempre “para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 21, 18). Esta es la actitud si queremos ser fieles a Jesucristo.

     Abramos el corazón para poder reconocer a Dios. Por esta razón nuestra Madre, la Santísima Virgen María nos ha dado en “Familia Misionera en Alianza de la Cruz” (FMAC) un Carisma: “Ámense como yo los he amado” (Jn,13, 34) y una Espiritualidad:  “Si quieres venir detrás de mí: niégate a ti mismo, toma tu cruz y sígueme" (Mc, 8, 34).
     
     Nuestra Señora, la Santísima Virgen María, a pesar del dolor de ver cómo maltrataban a su Hijo durante su Pasión, no reclamó, Ella se mantuvo firme en su FIAT (cfr. Lc 1, 38). En agradecimiento a Cristo que derramó su Preciosísima Sangre por cada uno de nosotros: “Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave aroma.”(Ef 5, 1-2). 

     Ofrezcámonos en el altar junto con Cristo como víctimas de oblación. El sacerdote es el que preside, pero todos los demás nos unimos al Sacrificio de Cristo. Ofrezcámonos por nuestra Santa Madre la Iglesia, que aunque se volviera “pequeñita”, según lo profetizó el Papa Benedicto XVI, mantengámonos en la fidelidad al Evangelio, que así será como triunfará.

Hno. Francisco María de la O


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15/8/20

Enseñanza del Oasis de Adoración 15-08-20

 


Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 15, 21-28

“21.Saliendo de allí Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón. 22.En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: «¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada.» 23.Pero él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: «Concédeselo, que viene gritando detrás de nosotros.» 24.Respondió él: «No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel.» 25.Ella, no obstante, vino a postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!» 26.El respondió: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.» 27.«Sí, Señor - repuso ella -, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.» 28.Entonces Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas.» Y desde aquel momento quedó curada su hija."


«¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David!» (Mt 22b).


     Si llegara a la Adoración con el Santísimo que tenemos todos los sábados en “Familia Misionera en Alianza de la Cruz” (FMAC) una persona no católica y  se acercara a nuestro Señor, nos parecería algo muy extraño…Y si pudiéramos ver a Jesús y que tratara a esta persona como a la mujer cananea, es decir, que al acercarse para pedirle un favor la ignorara, ciertamente que todos aquí le pediríamos que la atendiera, y si la respuesta de Jesús fuera la misma que le dio a la mujer de este pasaje del Evangelio, nos quedaríamos totalmente desconcertados como les ocurrió a los apóstoles. Tal vez Jesús podría haberle dicho: “Yo estoy aquí  únicamente para los católicos”. 

     Jesús quiere que nos fijemos en algo muy importante a través de este pasaje, y no es en el trato aparentemente descortés que tuvo hacia esta mujer, o la inquietud y desconcierto de sus apóstoles que buscaban la forma de que su petición fuera escuchada, sino la  actitud de fe y de humildad de esta mujer, para que nos mueva a buscar la conversión sincera de nuestro corazón, siendo misericordiosos con los demás. Siempre cuando escuchamos la Palabra de Dios  no debemos de acomodarla a nuestras conveniencias, sino a lo que el Señor nos está pidiendo.

     Para profundizar más en el sentido de la conversión, nos apoyaremos en un pequeño texto de la Consagración y Esclavitud al Reinado del Sagrado Corazón de Jesús y al Triunfo del Inmaculado Corazón de María que estamos renovando todos los servidores dentro de “Familia Misionera en Alianza de La Cruz” (FMAC), -acompañando así de esta manera a nuestros hermanos de McAllen que la hacen por primera vez-.

      En el día de ayer meditábamos en el 6to día en que se nos dice en el tercer párrafo: “El acto de Consagración y Esclavitud ha sido presentado y aceptado; la conversión espera, Él ansía poseer cada corazón para llenar cada alma con su reino. Tomen mi mano no teman, corran conmigo, no vacilen, empujen todo su ser al corazón de esta misión, deseo sus respuestas al llamado de conversión” (pág 37). A continuación haremos una pequeña reflexión de cada parte de este texto.

“El acto de Consagración y Esclavitud ha sido presentado y aceptado; la conversión espera”
     En lo que dice en este párrafo de que la Consagración ha sido “presentada y aceptada”, se refiere al Padre, por medio de Jesús. “La conversión espera(…)”, es decir,  la única cosa que la Virgen María desea de nosotros es la conversión del corazón, y que no deseemos nada que no sea esto. De nada sirven las manifestaciones del Espíritu Santo como por ejemplo el descanso en el Espíritu, o cualquier otro don, si no van encaminados hacia la conversión. Dios lo que quiere de nosotros, a ejemplo de la mujer cananea  es una fe sencilla, firme y capaz de abrirse para acoger a Dios.

     Los servidores dentro de “Familia Misionera en Alianza de la Cruz” (FMAC), además de renovar constantemente nuestra consagración, también cada año renovamos nuestro compromiso de entrega a Dios, por esta razón es muy importante que continuamente hagamos una revisión de nuestra conciencia para discernir cómo estamos cumpliendo con lo que se nos ha encomendado. 

      Cuando no somos fieles, le causamos un profundo dolor al corazón de Jesús. En esta misión dentro de la Iglesia, -así como pasa en todas las comunidades- existen tentaciones que quieren arrastrarnos a la división, el enfado, el enojo, o cualquier otra pasión desordenada cuando las cosas no funcionan como cada uno quisiera.

     Es precisamente, al presentarse las dificultades en una comunidad, cuando nuestra actitud debe de ser de tolerancia, amor y perdón, siempre en la base de la verdad y la justicia, en el diálogo para aclarar cualquier diferencia o malos entendidos, desde Dios, con paz en el corazón, sin anclarnos en nuestras pasiones. 
    
“Él ansía poseer cada corazón para llenar cada alma con su reino”
Aprendamos de Jesús que en su Pasión y muerte  responde lleno de humildad, mansedumbre, valentía y paz. Un ejemplo que puede darnos mucha luz es cuando está frente al Sumo Sacerdote:

     “El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su doctrina. Jesús le respondió: «He hablado abiertamente ante todo el mundo; he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he hablado nada a ocultas. ¿Por qué me preguntas? Pregunta a los que me han oído lo que les he hablado; ellos saben lo que he dicho.» Apenas dijo esto, uno de los guardias que allí estaba, dio una bofetada a Jesús, diciendo: «¿Así contestas al Sumo Sacerdote?» Jesús le respondió: «Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?»” (Jn 18, 19-23).

     A partir de ese momento de Su Pasión y Muerte, Jesús ya no se defiende y solo habla para perdonar: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23, 34); dar esperanza:  «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc, 23: 43). Regalarnos a su Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo. Hijo Ahí tienes a tu madre» (Jn, 19: 26-27). Orar a su Padre en el mayor sufrimiento y desolación: «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?». - ¡Elí, Elí! ¿lama sabactani? (Mt, 27, 46); Expresar su anhelo por la salvación de las almas: «Tengo sed» (Jn, 19, 28). Decir que ha realizado completamente la misión que le pidió el Padre: «Todo está cumplido» (Jn, 19, 30) y encomendarse antes de morir, poniéndose en sus manos: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc, 23, 46).

     Imitar estas actitudes de Jesús son las que nos llevarán a una verdadera conversión : “Él ansía poseer cada corazón para llenar cada alma con su reino”. La estructura material de una obra que es para Dios, no es lo esencial, sino el desprendernos de nosotros mismos, para darle lugar a Él, es lo que produce el avivamiento de dicha obra.

 “Tomen mi mano no teman, corran conmigo, no vacilen, empujen todo su ser al corazón de esta misión, deseo sus respuestas al llamado de conversión”.
 De mano de nuestra Madre es como debemos caminar hacia la misión por la que Ella quiere que entreguemos toda nuestra vida: “la Instauración definitiva del Reinado del Sagrado Corazón de su Hijo Jesús y el triunfo de su Inmaculado Corazón”.

     Hoy el Señor nos ha mostrado, a través del texto del Evangelio de la mujer cananea, cuál es la actitud de fe que desea que tengamos: humilde, perseverante y confiada. Nos anima a perseverar en nuestra comunidad, superando todo tipo de dificultades al contemplar a Jesús en su Pasión y Muerte ,hablando siempre con la verdad, siendo valientes, mansos, trabajando por la paz y aprendiendo a sufrir en silencio ofreciéndonos a Dios.

      La Consagración y Esclavitud al Reinado del Sagrado Corazón de Jesús y al Triunfo del Inmaculado Corazón de María es un acto en el cual somos presentados al Padre por medio de Jesús, comprometiéndonos con nuestra propia conversión del corazón, que es el mayor anhelo de nuestra Madre Santísima, para que así Dios pueda poseer nuestro corazón y llenarlo de su Reino.

      Solamente tomándonos fuertemente de su mano es como podremos dedicar nuestra vida por el Reinado y el Triunfo. Esto  es lo que nuestra Madre, la Virgen María desea para cada uno de nosotros como “Familia Misionera en Alianza de la Cruz” (FMAC), de manera que al instaurarse su Reino en nuestros corazones se propague así a toda la humanidad.

Hno. Francisco María de la O


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8/8/20

Enseñanza del Oasis de Adoración 08-08-20




Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 14, 22-33.

“Inmediatamente obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de él a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. 23.Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí. 24.La barca se hallaba ya distante de la tierra muchos estadios, zarandeada por las olas, pues el viento era contrario. 25.Y a la cuarta vigilia de la noche vino él hacia ellos, caminando sobre el mar. 26.Los discípulos, viéndole caminar sobre el mar, se turbaron y decían: «Es un fantasma», y de miedo se pusieron a gritar. 27.Pero al instante les habló Jesús diciendo: «¡Animo!, que soy yo; no temáis.» 28.Pedro le respondió: «Señor, si eres tú, mándame ir donde ti sobre las aguas.» 29.«¡Ven!», le dijo. Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús. 30.Pero, viendo la violencia del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: «¡Señor, sálvame!» 31.Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?» 32.Subieron a la barca y amainó el viento. 33.Y los que estaban en la barca se postraron ante él diciendo: «Verdaderamente eres Hijo de Dios.»”


«¡Ánimo! Que soy yo; no temáis» (Mt 14, 27).


     En tiempos de Jesús se creía que en un mar alborotado vivían los demonios. Nuestro mundo de hoy es como un mar turbulento en el que no percibimos la Presencia de Jesús, se nos olvida con facilidad que Él va al frente. Nuestros temores son hacia la pandemia, la ideología de género, el aborto, las crisis en los sistemas del gobierno, la ola de violencia con sus asaltos y muertes, etc., etc.


     Como humanidad estamos pasando por una noche muy oscura en el mundo y en la Iglesia. Hay muchas incertidumbres en nuestros corazones, nos es difícil discernir cuál es la voluntad de Dios. Cómo los apóstoles que estaban temerosos, no reconocemos entre tanta tubulencia la Presencia viva del Señor actuando en nuestras vidas.


     Jesús nos dice como les dijo a sus discípulos: «¡Animo!, que soy yo; no temáis.» (Mt 14, 27). En el Antiguo Testamento, Dios se reveló a Moisés en el episodio de las Sagradas Escrituras de la zarza ardiente y le dio a conocer su nombre: “Yahvé”, que significa “Yo Soy” (cfr. Ex 3, 1-17). En el Nuevo Testamento, después de la agonía en el Huerto de Getsemaní, cuando Jesús va a ser apresado y los soldados preguntan por Él, de nuevo escuchamos el “Yo Soy” que los hace retroceder y caer al suelo (cfr.Jn 18, 1-8). ¿Qué nos quiere decir el Señor? Que aunque parecezca que el mal avanza cada vez más en nuestro mundo, Jesús quiere que recordemos que Él es DIOS: “Yo Soy”, “Yo soy el que soy” (cfr. Ex 3, 14). Si Dios está con nosotros, no tenemos nada que temer: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada? (Rm 8, 35).


     Aunque conocemos a Jesús, nuestra  fe muchas veces es tambaleante. Para ser hombres y mujeres fuertes es necesario forjarnos en la disciplina diaria, practicando las virtudes, haciéndonos conscientes y convencernos de que la vida eterna es la vida verdadera y que nuestra estancia en la tierra es pasajera.


     Pedro pide a Jesús que le conceda caminar como Él sobre las aguas, sin embargo, cuando ve lo agitado del mar, se llena de temor y empieza a hundirse, porque dejó de mirar a Jesús y se miró a sí mismo. Es muy fácil seguir a Jesús cuando experimentamos cercana su Presencia, pero el Señor quiere que seamos hombres de fe, que creamos y confiemos siempre en Él, aunque todo en apariencia parezca que no tiene control en el mundo. Jesús va adelante y nos guía, si mantenemos fija la mirada en Él.


     El miedo aparece en el corazón del hombre cuando se deja de mirar a Jesús. El Señor permite que experimentemos nuestras propias caídas para que nos demos cuenta de quienes somos y de que sin Él nada podemos (cfr. Jn 15, 5). 


     Podremos mantenernos firmes en la fe, si permanecemos al pie de la Cruz, es así cómo vendrá a nosotros el avivamiento del Espíritu Santo. Es en este hermoso lugar, donde Dios nos tiende su mano misericordiosa, cuando experimentamos que estamos por hundirnos en el mar de las dificultades. 


     Sin embargo, el que Dios sea misericordioso no significa que no debamos de esforzarnos, por el contrario, es necesario negar nuestra voluntad caprichosa  porque sin santidad nadie verá a Dios (cfr. Hb 12, 14). Para poder entrar al cielo, en el momento de morir, nuestra alma debe estar sin ninguna mancha, de lo contrario, tendremos que pasar por el purgatorio para ser purificados

.

     La voluntad del Padre para Jesús fue la donación total de su persona, al entregarse a la muerte para nuestra salvación. Este mismo ejemplo lo encontramos en la vida de todos los santos. No se trata de saber mucho de ellos, porque con esto no nos vamos a salvar, sino de imitar sus virtudes.

      

     Somos todavía hombres de poca fe, porque nos dejamos llevar por las emociones,  andamos investigando todo lo que podemos sobre profecías a cerca de los últimos tiempos, que dijo tal o cual sacerdote. Que si es necesario irse a un refugio, o guardar víveres, y nos olvidamos de la Palabra de Jesús en el Evangelio, que es lo más importante. Nos hemos preguntado ¿Qué pasaría si no supiéramos nada a cerca de todas las profecías que se han dicho o se divulgan entre nosotros? Pues hay mucha gente que no las conoce, por ejemplo, imaginemos a una viejita que vive en el campo y no tiene ningún conocimiento de todo esto, sin embargo practica las obras de misericordia y vive de la fe en Jesús. Esto es lo verdaderamente importante, lo que conduce a la vida eterna.


     Que el meditar la Palabra de Dios con un corazón abierto, nos lleve a vivir en la voluntad de Dios en todos los  aspectos de nuestra vida. Como bautizados y pertenecientes a “Familia Misionera en Alianza de la Cruz” (FMAC), el demonio nos va a zarandear poniendo obstáculos para que dejemos el movimiento, o a la Iglesia, es en esto en dónde debemos ser muy vigilantes para no caer en sus trampas y con la ayuda de la Gracia de Dios salir victoriosos en la lucha.


     Lo más importante en FMAC de ninguna manera son las grandes obras materiales que aquí se quedarán en el mundo, sino el amor que ponemos en lo que hacemos, Dios quiere instaurar su Reino en un corazón humillado, clemente, dócil, etc. La Virgen lo que nos pide a cada uno de nosotros es trabajar por nuestra conversión personal, así es cómo todo lo demás se logrará, según los designios de Dios.

Hno. Francisco María de la O


Oasis de Adoración

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 En la Parroquia de la Madre de Dios  (Av. Providencia 2958, Providencia 4a sección, 44639, Guadalajara, Jalisco).

Todos los sábados de 10:00am a 12:00pm(en el salón superior, al fondo después del cancel de los sanitarios) y terminamos con la misa de 12:30pm en el templo grande.

Seguimos todos los protocolos de seguridad por el COVID




1/8/20

Enseñanza del Oasis de Adoración 01-08-20



 Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 14, 13-21

13“Al oírlo Jesús, se retiró de allí en una barca, aparte, a un lugar solitario. En cuanto lo supieron las gentes, salieron tras él viniendo a pie de las ciudades. 14.Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos. 15.Al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: «El lugar está deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida.» 16.Mas Jesús les dijo: «No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer.» 17.Dícenle ellos: «No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces.» 18.El dijo: «Traédmelos acá.» 19.Y ordenó a la gente reclinarse sobre la hierba; tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente. 20.Comieron todos y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos. 21.Y los que habían comido eran unos 5.000 hombres, sin contar mujeres y niños.”


     Es muy común que el ser humano, por naturaleza busque aquello que le es favorable, nos estamos refiriendo en este caso a los milagros. Todos queremos que Dios sane a nuestros enfermos, resuelva un problema económico o cualquier  clase de dificultad.


    En este episodio de la multiplicación de los panes, después de que la multitud de gente se hubo saciado, a Jesús lo querían proclamar rey. Esto es lo que Dios no quiere, que andemos detrás de Él solamente por obtener un favor. Lo que Dios anhela es que tengamos un encuentro personal con Él, que transforme nuestra vida desde dentro de nosotros mismos.


     Jesús hizo milagros  para demostrar que Él era el Hijo de Dios, es por esta razón que cuando los discípulos de Juan le preguntaron si Él era el Mesías, su respuesta fue: “los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva” (Mt 5, 11).

  

     Dios quiere que le pidamos su ayuda, sin embargo, no debemos de centrarnos en lo que nos concede, sino en la Persona de Jesús, quien va más allá, hacia la raíz de los problemas de la vida. Lo que debemos de buscar es hacer en todo su Divina Voluntad.


    Jesús se compadeció por la multitud que lo seguía, que a pesar de tener hambre, no quería dejarlo porque les hablaba al corazón. Esta es una gran enseñanza para cada uno en “Familia Misionera en Alianza de la Cruz” (FMAC), aunque tengamos muchas ocupaciones religiosas nunca debemos encerrarnos en ellas olvidándonos de las necesidades de nuestros hermanos. Por eso nuestra Madre, la Virgen María nos ha pedido varias Obras de Misericordia, entre ellas, la primera con la que contamos actualmente es el “Hogar María Madre llena de Gracia y Misericordia” (que alberga a mujeres embarazadas que en estado de vulnerabilidad no saben que hacer con su bebé y su propia vida).


     Un ejemplo muy bonito entre los servidores de FMAC es que han aceptado apoyar los fines de semana en el Hogar, dejando a un lado las ocupaciones  que cada uno pueda tener, por ir más allá, es decir, por el compromiso de amor que han hecho con el Señor. 


    Al actuar cómo Jesús, siendo compasivos y misericordiosos, donando y desgastando nuestra vida por los demás es cuando estamos buscando primero su Reino (cfr. Mt 6, 33).  Al dar lo que tenemos con amor, Dios lo multiplica y alcanza para todos. Jesús en la Eucaristía se comparte por completo para cada uno de nosotros.


      Muchos en el mundo viven como si Dios no existiera y otros a veces somos sordos a la llamada de lo que el Señor quiere para nuestra vida. En la Iglesia también ha entrado el demonio, como lo expresó el Papa San PabloVI en 1972: “el humo de Satanás entró en la Iglesia”, por ejemplo, con tanta confusión que generó la teología de la liberación que busca defender los derechos del hombre y su progreso material como si solo tuviéramos esta vida.


      Recordemos la parábola del rico Epulón y del pobre Lázaro. Lázaro solo tuvo males en esta vida, sin embargo, cuando murió fue llevado por los ángeles al seno de Abraham, en cambio el rico Epulón terminó en un lugar de tormentos (cfr. Lc 16, 19-31). Si solamente nos ocupamos del bienestar en esta tierra y en esto ponemos todo nuestro empeño, ciertamente que así no llegaremos al Cielo.


      Ansiamos muchas cosas en este mundo, sin darnos cuenta de que las que son realmente esenciales no cuestan, hablando en el sentido económico. Dios es el Sumo Bien que el alma humana, aun sin saberlo anhela profundamente, solo Él vale la pena, todo lo demás en esta tierra es pasajero.

Hno. Francisco María de la O


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25/7/20

Enseñanza del Oasis de Adoración 25-07-20

                   

 Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 13, 44-52.

“44.«El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.» 45.«También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, 46.y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra. 47.«También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; 48.y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos. 49.Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos 50.y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. 51.«¿Habéis entendido todo esto?» Dícenle: «Sí.» 52.Y él les dijo: «Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo”.


     Abramos el corazón para escuchar qué nos quiere decir hoy Jesús. Entre más nos enamoremos de Él, más fácil será para cada uno de nosotros discernir su voluntad, de manera especial, cuando desea pedirnos algo nuevo.


      Uno de los principales obstáculos para escuchar al Señor, son nuestros esquemas y paradigmas mentales, que es necesario romper para poder estar abiertos a la acción del Espíritu Santo. Por ejemplo, cuando estamos aferrados a nuestros deseos, a la propia voluntad, sin cuestionarnos si realmente es lo que Dios quiere para nuestra vida.


     En cambio, cuando se tiene una relación íntima con Jesús Eucaristía, no se quiere otra cosa que no sean sus deseos. Esto es lo que anhela nuestra Madre, la Virgen María, que en cada corazón se establezca de forma DEFINITIVA el Reinado del Sagrado Corazón de su amado Hijo Jesús y el Triunfo de su Inmaculado Corazón.


   «El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.» (Mt 13, 44).  Vender todo lo que se tiene significa “sacrificarse”,  es decir hacer todo por conseguir el tesoro escondido que es Dios y estar dispuestos para escucharle y responderle.

     

     Así era para nuestra Madre la Virgen María, Jesús era el Reino, por quien lo dio todo, sacrificándose siempre  desde el principio hasta el final de su vida en la tierra. Embarazada visita a su prima Isabel y se queda con ella tres meses para ayudarla (cfr. Lc 1, 39.56).  Casi a punto del alumbramiento va con José a Belén para empadronarse: “Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta" (Lc 2, 4-5). Dispuesta siempre para aceptar la voluntad de Dios cuando con José tiene que huir a Egipto: “Después que ellos se retiraron, el Angel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.» El se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto”, hasta el pie de la Cruz: “junto a la cruz de Jesús estaban su madre” (Jn 19, 25a).


    “Vender cuanto se tiene” significa también renunciar. Renunciar aun a las cosas legítimas, a los propios gustos. Es seguir adelante, ser capaces de asumir nuevas responsabilidades, a pesar de los cansancios, todo por amor a Jesús, por la instauración de su Reinado. Es “dar hasta que duela” como decía Santa Teresa de Calcuta.


    Si todavía no somos capaces de renunciar a todo por amor a Dios, es indicador de que aún Jesús nos es el Reino para nosotros, nos está faltando vivir en plenitud el primer mandamiento de la Ley de Dios: “amarás a Dios sobre todas las cosas”.


    ¿Qué significa dejar todo por conseguir la “Perla preciosa”?  Hacer todo solamente para agradar a Dios, optando por la verdad, no pretendiendo quedar bien con los demás. Se trata de responderle a Jesús, hasta las últimas consecuencias, siguiendo el camino de la Cruz. 


     Buscar conseguir el tesoro o la “Perla Preciosa” es arriesgarse a darlo todo, sin medir nuestra entrega, como la viuda pobre del Evangelio, a quien Jesús elogia como una enseñanza para  sus discípulos porque dio las dos únicas moneditas  que tenía para vivir, a diferencia de los demás, que daban de lo que les sobraba (cfr. Mc. 12, 41-44). Por el Reino se trata de “darse uno mismo”.


    En la Iglesia, como en  “Familia Misionera en Alianza de la Cruz” (FMAC), no importa que nos llegáramos a quedar pocos, con tal de que estemos dispuestos a vivir de manera radical el Evangelio, hasta las últimas consecuencias, es decir, hasta entregar la propia vida, si fuera necesario. Jesús abrazó con amor la voluntad de su Padre (cfr. Jn 4, 34) hasta el extremo de entregarse a Sí mismo por nuestra salvación, a pesar de quedarse solo, de ser traicionado por Judas (cfr.Mt 26, 14-16), negado por Pedro (cfr. Mt 26, 69-75) y abandonado por todos sus discípulos (cfr. Mc 14, 50), menos por Juan (cfr. Jn 19, 25-27).

     

     Para conseguir la “Perla Preciosa”, es necesario renunciar a todo. Lo más difícil es renunciar a uno mismo, para tener a Jesús. No permitamos que la mediocridad nos estanque, entremos por la puerta estrecha, estemos dispuestos a que nuestro espíritu sea quebrantado.


     La voluntad de Dios es que demos nuestra vida por la instauración DEFINITIVA del  Reinado del Sagrado Corazón de Jesús y el Triunfo del Inmaculado Corazón de la Virgen María, que nos enamoremos de Cristo como San Pablo, San Pedro, San Juan, Santa María Magdalena y todos los demás santos.

   

Hno. Francisco María de la O


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